En tiempos de crisis económica, es habitual replantearse el presente e imaginar el futuro de manera diferente. Y eso es lo que ocurre precisamente ahora, cuando todos los sectores se han visto afectados, en mayor o menor medida, por la pandemia de la Covid-19. El problema es que en esta crisis, la incertidumbre es mucho mayor, pues estamos ante una situación casi inédita: no se trata de la primera pandemia que sufre la humanidad (y tampoco será la última), pero sí ante la primera vez que se toman las medidas tan drásticas para contenerla. Por ello, los pronósticos sobre lo que viene son más complicados de formular, pues durante estos meses sentíamos que nos adentrábamos en terreno inexplorado.
Esta reflexión y otras que expongo en este post me han venido a la mente, sobre todo, a raíz de leer un artículo en el blog de Jobsora, el conocido portal de empleo que, por cierto, me ha contactado para conocer mis impresiones. En ese post, se repasan algunos empleos castigados por la crisis y se hace un pronóstico sobre las profesiones con mejor futuro en los próximos años.
En esa lista se menciona la profesión de redactor de contenidos como oportunidad laboral, de ahí que me haya animado a escribir estas líneas. ¿Es realmente así? ¿Qué escollos debe salvar este oficio para consolidarse en el futuro? ¿Qué vientos soplan a su favor? A continuación te cuento cómo lo veo yo.
La profesión de redactor de contenidos todavía no está muy asentada entre nosotros. Y yo, que me dedico a esto prácticamente al 100%, puedo aportar una prueba irrefutable: cuando me preguntan en qué trabajo ahora en tiempos de Covid-19 y respondo que soy “redactor de contenidos”, aún tengo que explicar brevemente en qué consiste mi trabajo.
La contestación suele quedar en algo así como: “Soy redactor de contenidos, es decir, escribo textos para páginas web”. Y cuando fruncen el ceño, añado: “Cuando entras a una web, ¿ves que hay textos describiendo los productos o dando consejos en el blog? Pues eso lo tiene que hacer alguien. Y ese ‘alguien’, soy yo. Me dedico a juntar las letras y a poner las palabras una detrás de otra. Y me pagan por ello”.
Pero a pesar de que la profesión de redactor de contenidos aún no es muy conocida, por suerte me ha valido para capear el temporal de 2020. Hasta marzo, combinaba esta profesión con la de guía turístico oficial, que ha caído en picado con la ausencia de viajeros internacionales y con las restricciones a los nacionales.
Ahora bien: esta no deja de ser una profesión incipiente, sobre la que aún hay bastante incertidumbre. Los próximos años serán claves para saber si realmente este es un trabajo del que se puede vivir dignamente o bien una moda pasajera cuyo volumen de encargos asumirán bots o becarios. Y lo de ‘becarios’ lo digo con todo mis respetos, pues yo también lo fui, pero está claro que ganarse la vida y meterse en una hipoteca no es viable ganando poco o nada.
Para que el oficio de redactor de contenidos se acabe consolidando, veo fundamental que se superen dos grandes escollos actuales. Son:
Por lo que respecta al primer punto, es habitual considerar la redacción de contenidos como un gasto incómodo. Y lo es si solo se plantea como un peaje que se debe pagar para combatir el síndrome de las páginas en blanco. Pero si se concibe al redactor como un aliado que ayuda a posicionar la web en los buscadores o, al menos, a dotar de valor añadido al sitio, entonces estamos ante una inversión de futuro.
En cuanto a lo segundo, es tentador tirar las tarifas a niveles ínfimos, por debajo incluso de los 0,01€ por palabra. Y es tentador aceptarlo, creyendo que un texto de ese precio puede aportar la misma calidad que otro al que se le ha dedicado más tiempo. Pero creo que la calidad y, por tanto, las tarifas justas (aunque ajustadas) se acaban abriendo paso, convenciendo al buen redactor que se puede ganar la vida con esta actividad.
Igual que veo obstáculos a la profesión de redactor de contenidos, también veo oportunidades innegables, tendencias que ya son imparables y que juegan a favor de este oficio. Son:
En el primer caso, nadie puede negar que el teletrabajo ha dejado de considerarse el ‘trabajo de los vagos’ y se ha demostrado tan productivo o más que el trabajo presencial. Y aunque no evitará por completo acudir a la oficina, sí será un buen complemento. Y parece que los puestos directivos se han dado cuenta de ello, lo cual es clave.
Por lo que respecta al perfil freelance, como es el de la mayoría de redactores de contenidos, no cabe duda de que resulta más ventajoso para las empresas y para el Estado. El autónomo no sabe lo que son vacaciones pagadas, ni finiquitos ni permisos retribuidos ni nada parecido. Todo un chollo, menos para el freelance, claro.
Pero a pesar de los pesares, si el redactor de contenidos consigue un buen volumen de encargos, tanto en cantidad como en calidad, el esfuerzo merecerá la pena. La flexibilidad horaria, la conciliación de la vida laboral y familiar o la satisfacción del trabajo propio son intangibles que lo compensan todo… siempre y cuando las cuentas salgan, claro está.
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